Hace justo hoy tres años, el 23 de mayo de 2008, todos los que anhelaban un rescate feliz para el himalayista navarro Iñaki Ochoa de Olza soñaban con el vuelo de un helicóptero salvador, una herramienta que redujese la distancia entre la esperanza y lo humanamente imposible. Sin embargo, durante los cinco angustiosos días en los que un puñado de hombres dieron lo mejor de sí mismos para alcanzar a Iñaki, atrapado con un edema a 7.400 metros en la arista este del Annapurna, la sombra del helicóptero fue solo eso. Sencillamente el rescate en helicóptero, tal y como se conoce en el Pirineo o en los Alpes, era entonces una quimera. Nepal contaba ya con pilotos y aparatos, pero ni unos ni otros estaban preparados para vuelos que requieren una pericia técnica y un arrojo tremendos. El consuelo menor que barajan los amigos y la familia de Iñaki es que el impacto mediático de su fallecimiento aceleró el nacimiento de un servicio de rescate que hoy en día funciona con eficacia en Nepal y que camina a pasos agigantados hacia su perfeccionamiento.
Curiosamente, envuelto en un movimiento que ya ha deparado varios 'milagros' aéreos, se encuentra el italiano Simone Moro, gran amigo de Iñaki, compañero de expediciones del navarro y, recientemente, el primer alpinista en hollar un 'ochomil' del Karakorum en invierno. Moro es piloto de helicóptero, aunque no lleva turistas a bordo. Estudió para especializarse en los rescates del Himalaya, a sabiendas de que era una carencia que había que resolver además de un negocio floreciente. Solo la semana pasada, Moro ha participado en dos rescates: uno en la zona de Gokyo, y el otro en el Manaslu (8.156 m), y esto es solo parte de la actividad frenética que conocen las cuatro compañías de rescate aéreo que operan en Nepal.
En el colmo de las paradojas, en 2010, uno de los beneficiarios del rescate más comprometido realizado en el Himalaya hasta la fecha fue el rumano Horia Colibasanu, el mismo que cuidó de Iñaki de forma obstinada, dispuesto a morir antes que abandonar a su amigo en una tienda. Horia, Carlos Pauner y Juanito Oiarzabal fueron evacuados del último campo de altura del Annapurna (6.950 m) en una maniobra que Horia describió como "terrorífica": el piloto y el guía, ambos suizos, lanzaron un cable al que se anclaron los rescatados para ser arrancados literalmente de la montaña y depositados en el campo base. Para completar la operación con éxito, se vieron forzados a aligerar al máximo el aparato, "dejándolo casi en el chásis", recuerda Horia. Hoy, cuatro pilotos suizos forman parte de la plantilla de la compañía nepalí de rescate Fishtailair, la más prestigiosa, la que emplea también a Simone Moro, dueño de una pequeña participación de la misma.
"Los pilotos de Nepal son muy buenos, especialmente el capitán Siddharta y el capitán Ashish, ambos de Fishtailair, entrenados por Air Zermatt en Suiza y aquí mismo, en su casa. Desgraciadamente, el año pasado el capitán Sabin murió durante un rescate en el Ama Dablam, a 6.500 metros, cuando el helicóptero se estrelló tras chocar contra un espolón de la montaña. Era el mejor piloto nepalí. Pero aquí se aprende a diario, y el mes que viene recibiré en Suiza e Italia un curso especializado de rescate en montaña: se trata de aprovechar al máximo mis conocimientos del mundo de la montaña con los de piloto", observa Simone Moro.
A día de hoy, solo existen en Nepal dos helicópteros AS 350 B3, el único modelo realmente capaz de volar a gran altura y de trabajar con eficacia en misiones de rescate. "Dos aparatos así son claramente insuficientes para el trabajo que hay, pero al parecer una compañía nueva va a adquirir cuatro aparatos más en un año. Lo cierto es que el negocio apunta al alza, pero en la actualidad nos enfrentamos a otro tipo de problemas, como el repostaje de los aparatos. Solo podemos cargar combustible en Pokhara o en Katmandú, lo que nos obliga a cargar combustible en contenedores de plástico, transportarlos hasta las montañas, depositarlos en algún lugar y regresar para llenar los tanques de forma manual. La mayoría de las veces salimos con sobrecarga desde la base. Otro grave problema es el mal tiempo y las nubes bajas, que hacen que alcanzar una montaña o abandonarla sea un ejercicio crítico. Muchas veces nos vemos forzados a aterrizar y pasar la noche de cualquier manera esperando el buen tiempo", señala Simone Moro.
Si el negocio florece es porque los beneficios son evidentes. Los rescates son un servicio sumamente caro, servicio que en España se realiza a menudo, bajo condiciones diferentes pero también sumamente arriesgadas. De momento, y pese a las intenciones de algunos gobiernos autonómicos, no se cobra por el rescate en helicóptero en áreas de montaña. En Nepal, son los propios alpinistas los que deben asumir los costes del rescate o, en su defecto, los seguros que hayan contratado a título personal o el que ponga a su disposición la agencia que ha organizado la expedición. "Los precios van desde los 2.500 dólares por hora de vuelo, aunque esta cifra crece en función de la peligrosidad del rescate y la altura a la que se lleva a cabo. Hace escasos días, la empresa Mountain Air cerró con éxito un rescate en el campo 2 del Everest (6.500 m)... seguro que no ha sido barato", explica Moro.
Poco a poco, se rompen barreras de altura y dificultad: este mismo año, un helicóptero se posó brevemente a 6.800 metros de altura en el Manaslu para recoger a dos alpinistas en apuros y en la misma montaña se llevó a cabo una búsqueda aérea a 7.700 metros. El compromiso que asume el equipo de rescate en estos casos es casi irracional, algo que ni siquiera paga el dinero.
En India y Pakistán, dos destinos frecuentes para montañeros de medio mundo, la situación es mucho menos esperanzadora: en ambos países no existe un servicio de rescate en altura, y todo queda en manos de los pilotos del ejército, que carecen del entrenamiento adecuado y de la motivación suficiente para formarse. El famoso rescate de la estrella del alpinismo Tomaz Humar, salvado con un cable de la pared del Nanga Parbat, fue un caso aislado, fruto de la enorme pericia del mejor piloto pakistaní, el brigada Rashid. "Al margen de este caso, no se han vuelto a dar rescates parecidos en la zona, así que al que le ocurra algo ya sabe que no podrá contar con un rescate aéreo". Fue el caso de Oscar Pérez, herido a 6.200 metros en el Latok 2 y dado por fallecido cuando la única opción viable, un rescate hecho por escaladores, resultó imposible.
En Europa, un gran porcentaje de los rescates benefician a montañeros sin pedigrí, hombres y mujeres que apuran su suerte confiados en la acción de un piloto. El debate se ha trasladado ya al Himalaya, pero en este caso el precio a pagar no será asumido, como en casi toda Europa, por administración alguna. No hubo helicóptero para Iñaki, pero su legado ya ha hecho feliz a muchas otras familias.
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EP